martes, 30 de enero de 2007

Sushi


hacia que su pollera gire, que su risa, que su voz, y la imagen del exterior giren sobre sus pies, haciéndose, vertiginosamente, una gran imagen, uniforme, de gente, de tiempo, de espacio, hasta llegar y sentarse en el borde del puente y ver como el agua bailaba desnuda, cerrar los ojos, escucharla, y entonces sacar ese libro roto y su lápiz, de aquella gran mochila roja que siempre la acompañaba, y sucedía lo que sucede cuando las letras son garabatos infrenables, cuando la magia de un lápiz sucede frente a hojas sin renglones llenando espacios en blancos, haciendo catarsis sobre letra-palabra-frase, frente a sus ojos y sobre su piel, donde gotas de agua salpicaban.